lunes, 24 de agosto de 2009

"Llueve sobre el bosque verde" de Juan Ramón Jiménez


He leído en una nota que hay quién considera la poesía de Juan Ramón Jiménez y otros como una "poesía de dinosaurios", dirigida a personas mayores y anticuadas cuando no es así. La buena poesía no sabe ni de edades, épocas, tiempos y espacios. Simplemente sabe de cómo dirigirse al corazón de las personas y hacerles estremecer, motivarles, sacudir en ellas toda la sensibilidad.

Vivimos en una época en la que la poesía aparece como la más marginada entre los géneros literarios. Se escribe poesía pero se lee muy poca. La gente, da la sensación, de que va a lo fácil. Que no quiere complicarse mucho la vida desenmascarando epítetos, metáforas, sinalefas, hipérborles y personificacioes. Que le es más fácil y cómodo recurrir a la prosa donde todo es más sencillo y no debe adivinar lo que se esconde detrás de cada palabra. Pero tampoco es esto. La poesía es igual de necesaria que el teatro, la novela o el ensayo. La poesía debe existir pues es el alimiento del alma, la dosis de sensibilidad que le hace falta para seguir adelante.

Ningún poeta está caduco ni es lectura exclusiva para dinosaurios. No, siguen manteniendo su actualidad puesto que el mensaje de la poesía nunca pasa de moda ni se volatiza con el tiempo.



Llueve sobre el campo verde...
¡Qué paz! El agua se abre
y la hierba de noviembre
es de pálidos diamantes.

Se apaga el sol; de la choza
de la huerta se ve el valle
más verde, más oloroso,
más idílico que antes.

Llueve; los álamos blancos
se ennegrecen; los pinares
se alejan; todo está gris
melancólico y fragante.

Y en el ocaso doliente
surgen vagas claridades
malvas, rosas, amarillas,
de sedas y de cristales...

¡Oh la lluvia sobre el campo
verde! ¡Qué paz! En el aire
vienen aromas mojados
de violetas otoñales.

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